Es creencia general que en los tres mil años de historia judía nunca ha habido un país como Estados Unidos, donde los judíos que llegaron, huyendo de la persecución y de la miseria, progresaron al punto de ser hoy considerados el grupo minoritario más exitoso del país.
Lo mismo también pensaron los judíos de España durante varios siglos cuando prosperaban económicamente, políticamente, socialmente. Pero, llegó el día cuando se les ofreció la alternativa de convertirse al cristianismo o ser expulsados, con lo cual la comunidad judía en España llegó a su fin.
En Alemania, durante las primeras décadas del siglo 20, gran parte de los judíos se consideraban alemanes de religión judía. Pero llegó el día cuando fueron destituidos de todos sus derechos y enviados a los campos de exterminio.
Aunque es sumamente improbable que en un país como Estados Unidos, democrático, donde se respetan las leyes, pueda ocurrir algo similar, hay que reconocer que existió antisemitismo y sigue existiendo. El famoso industrial Henry Ford publicó y distribuyó un libro virulentamente antisemita, “El Judío Internacional”, lo cual dio motivo para que Hitler le expresase su admiración en su libro “Mein Kampf”.
El presidente Franklyn Delano Roosevelt negó el asilo a los 900 pasajeros judíos del St. Louis y rehusó bombardear las líneas del tren a Auschwitz a pesar de que le dijeron que eso salvaría a cientos de miles. Antes de ser presidente fue miembro de la Junta Directiva de Harvard que estableció una cuota limitando el ingreso de estudiantes judíos a la universidad, política que se mantuvo hasta hace pocas décadas. El 70% de los judíos de los Estados Unidos honra su memoria con su adhesión incondicional al Partido Demócrata, cuyo apoyo y simpatía al Estado de Israel está hoy en caída libre.
Joseph Kennedy, el padre del presidente Kennedy, decía que “los judíos, como raza, apestan y malogran todo lo que tocan”. El antisemitismo de Richard Nixon está muy bien documentado
Hoy, el 20% de la población de Estados Unidos está convencido de que los judíos controlan Wall Street. Las universidades americanas son hervideros de antisemitismo. Louis Farrakhan, un predicador negro islámico, declara que los judíos son satánicos y los compara con termitas, y su audiencia se pone de pie para ovacionarlo. Los ex presidentes Clinton y Obama han aparecido públicamente con ese predicador y nunca han criticado sus expresiones antisemitas.
Es importante que los judíos americanos se den cuenta de que el caso de Pittsburgh no es aislado. Hay miles de antisemitas en Estados Unidos, tanto en la ultra derecha, en la izquierda, en los activistas de la campaña BDS, y hasta en organizaciones judías como “Jews for Justice in Palestine” y “If not now” que sienten un odio obsesivo hacia los judíos, disfrazándolo como anti sionismo.
No hacer nada es una actitud suicida, especialmente en las universidades donde el antisemitismo de alumnos y profesores garantiza que el antisemitismo, si no es combatido, seguirá existiendo y floreciendo.
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